#14 Motivo para (sobre) vivir. Un tranvía llamado deseo.
Sobre hacer la colada, pastas de dientes y mudanzas.
¡Hola, amigue!
Cuánto tiempo sin leernos. Un poquito más de un mes. No ha pasado tanto tiempo como la última vez que dejé Substack abandonado, pero el suficiente para ya echar en falta el dedicar un ratito al tecleteo.
En estas semanas que he estado sin escribir ha empezado a llover. Es una buenísima noticia para el medio ambiente y para los amantes del otoño, como yo. Pero esta euforia viene acompañada por un miedo irracional que siempre está presente en el inicio de esta temporada: quedarme sin calzoncillos limpios. Y es que después de meses disfrutando de un secado instantáneo, temo no poner las suficientes lavadoras para que la ropa se seque a tiempo. Este trauma nació hace muchos años, cuando en la primera mañana que desperté junto a mi pareja de entonces tuve que pedirle que me acompañara al recién estrenado Primark de la Gran Vía de Madrid para comprar ropa interior. No había tenido tiempo de hacer la colada.
No domino las primeras impresiones pero, aún no sé muy bien por qué, la gente me acaba queriendo.
En estas semanas que he estado sin escribir he comenzado a utilizar pasta de dientes natural que elabora una amiga a base de aceite de coco y aceites esenciales. Es un dentífrico ligero y con muchos matices de sabor. Todo lo opuesto a las pastas de supermercado, pesadas y con un regusto demasiado artificial. Y pienso que así debe ser descubrir la vida de verdad, la que está alejada de artificios. Darte cuenta que la existencia es liviana y rebosante de detalles con los que sorprendernos cada nuevo día (como abrir el cajón y ver que no tienes calzoncillos que ponerte). Solo hay que dedicar un tiempo consciente a experimentarla. De ahí que ahora destine más espacio a mi rutina de cuidado bucal, y haya extendido la duración del cepillado para explorar todos los sabores que la composición de esta nueva pócima tiene para ofrecer.
Como ahora paso más minutos lavándome los dientes, tengo menos margen para otras tareas. Y es algo que agradezco. Llevo semanas dándole vueltas a lo mucho que aún me pesa la obligación, las actividades rutinarias. No logro desprenderme de mi atención por lo externo, de lo material sin sentido: tuppers, lavadoras, etc. Y eso me desconecta mucho de mí mismo. Leía en El acto de crear de Rick Rubin que «abordar los aspectos prácticos de la vida cotidiana con precisión militar permite abrir las ventanas artísticas con libertad infantil». Y tiene toda la razón.
También, en estas semanas que he estado sin escribir, he sabido que se inaugurará la ampliación de la línea de tranvía que pasa por mi barrio la misma semana que me mudo de piso. Llevo años esperando esta mejora, porque me hubiera facilitado muchos trayectos en los años que llevo viviendo aquí. Pero así es la vida, tiene lo mismo de sabia que de inoportuna.
Me encantan los tranvías, de ahí el título de esta publicación: Un tranvía llamado deseo. Aunque he de confesar que aún no he visto la película. La descubrí de pequeño por una referencia de uno de los capítulos de Los Simpsons, al igual que descubrí a Whitney Houston gracias a Rosa (de España) López en Operación Triunfo 1. Concurso que en su momento fue motivo de muchas confesiones porque durante meses estuve robando el teléfono móvil de mi madre para enviar SMS y ayudar a que Rosa fuese la favorita.
También es pecado la avaricia, y la Iglesia católica es una de las instituciones más ostentosas que existen. Así que en la contradicción del que un día dictó las normas, yo me expío de mis pecados al mismo tiempo que me libero de muchas posesiones materiales en estas semanas de limpieza previas a la mudanza (y a la ampliación de la línea del tranvía). Mi ser necesita vacío. Mi cuerpo pide espacio.
Casualidad o no, la misma semana de la mudanza Filmin añadirá a su catálogo Un tranvía llamado deseo. He decidido que será la última película que vea en la televisión de esta casa. Una televisión que me ha dado muy buenos momentos cinematográficos. Entre ellos, otro de los clásicos de Tennessee Williams: La gata sobre el tejado de zinc. Desde el día que vi esa película tengo muy altas expectativas con las miradas de desprecio, y espero que la del próximo chico al que le pida acompañarme a comprar calzoncillos al Primark sea igual que la de Paul Newman.
Reading is sexy 🤓
Comparte este Paul Newman de la suerte y seduce a tus amigues con una buena lectura.
Outfit camiseta blanca y tejanos en Un Tranvía…, ufff…
O, directamente, que sea Paul Newman 🩷🍸