#3 Motivo para (sobre) vivir. Mirar el paisaje por la ventanilla de un tren.
Aunque sólo es romántico si lo haces en un AVE. En el Cercanías que te lleva a la oficina no nos vale.
¡Hola, amigue!
Hoy escribo desde el tren. Renfe Avlo, trayecto Madrid-Barcelona, 6:15h de la mañana. Una ruta que sustituye el chacachá del tren, por el tecleo de los ordenadores de sus ocupantes. El síndrome de la clase media ejecutiva. Yo me uno a ellos, porque no hay cosa que me guste más que jugar a hacerme el ocupado. Abrir la pantalla del portátil, soltar un resoplido bien fuerte; y ahora viene el juego de manos, rápido, hay urgencia y poco tiempo: desbloquear el móvil, abrir el WhatsApp y fingir que se lee una conversación súper importante (nos vale cualquier grupo del que quieras salir y no sabes cómo), abril el email y elegir un correo con mucho texto, que se note que tenemos mucha información por asimilar (esta newsletter es perfecta), bloquear el móvil con una cara de concentración digna de un atleta profesional. Y ahora sí, podemos ponernos a escribir. En su momento, pude elegir entre estudiar másteres o aprender a performar el estrés. La segunda opción me pareció la más divertida. Y así he sostenido 12 años de profesión.
Siempre me han fascinado los trenes, es un medio de transporte que se presta fácilmente a la romantización. Las compañías ferroviarias tienen aquí un gran reto para cumplir con las expectativas generadas por la ficción. ¿Dónde está mi crimen a resolver? ¿Dónde está mi amado despidiéndose entre lágrimas mientras trota por el andén? La escena de Call me by your name en la que Elio y Oliver se dicen adiós en la estación de Bérgamo me parte el corazón. Pero mira, más vale haber amado y haber perdido, que no haber amado.
La última película que transcurría en un tren que he visto fue, valga la redundancia, Extraños en un tren de Hitchcock. En ella, un tenista famoso se encuentra en el vagón restaurante a un singular admirador que le propone cometer un crimen. Por suerte, el AVE low cost no tiene servicio de cafetería para darle vida a esta historia.
Pocas narraciones amables recuerdo alrededor de los trenes: o bien hay crímenes, o bien hay amores desafortunados. Otro clásico son las escenas de personas llorando mientras miran por la ventanilla (nunca riendo, y si sonríen, es que son los asesinos).
Nunca he leído Asesinato en el Orient Express, la novela de trenes por excelencia, pero en el colegio leí su versión edulcorada: Asesinato en el Canadian Express. Edulcorada sí, pero había un muerto. No recuerdo nada de la trama, pero sí que me causó bastante impacto. Hace poco comentaba con una compañera de oficina que tuvimos esa misma sensación con la película En busca del valle encantado, un clásico infantil de referencia. No recordamos de qué trataba, pero sí que grabamos en el cuerpo como se nos partía el corazón al verla. Es curioso como manipulan nuestra percepción de los dinosaurios según crecemos: de la ternura por historias como la de En busca del valle encantado, hasta el terror más absoluto por culpa de Jurassic Park. Es similar a la forma en la que cambiamos nuestra relación con las instituciones del Estado: de la simpática excursión infantil al ayuntamiento de tu municipio o pueblo, al pánico que provoca gestionar cualquier trámite adulto en la administración pública.
En el período de estima por el consistorio de la villa de Madrid, presenté un relato inspirado en el libro del Canadian Express a alguno de sus concursos infantiles. Inspirado como sinónimo de plagiado. Que tiempos de libertad en los que aún desconocíamos el concepto de propiedad intelectual. Supongo que gané, porque yo era un niño de ganar concursos de redacción. Fui un escritor precoz y rebelde, como Xavier Dolan al cine.
Tenía la esperanza de redimirme de aquel inocente delito cultural cerrando con un mini relato de ficción. Pero no está sucediendo nada en este viaje que me inspire. Son las 6:15h de la mañana y todo el mundo está en silencio. ¿Dormidos o envenados por un misterioso brebaje? Ahí siembro la duda. Solo diré que yo vuelvo a casa con una gran sonrisa mientras miro el paisaje por la ventanilla.
¡Buena semana! ¡Hasta el lunes que viene!
¡Te pillé, polizón! 🫣
Antes de bajarte en la próxima parada, comparte este Hogwarts Express de la suerte para que tus amigues se puedan suscribir a El muro de la supervivencia. Aún no conozco el hechizo mágico que haga crecer la comunidad sin esfuerzo.
Yo debo decir que estoy en desacuerdo con que sólo es romántico si lo haces en un AVE. Yo pillo cercanías 5 veces por semana, bueno, 10 veces porque son 5 días de trabajo y el commute es de ida y vuelta. Mi tren pasa por el lado de la playa, y en el oleaje del mar mediterráneo aveces me pierdo en mis romanticismos. Es verdad, que no hay homicidios abordo, pero podemos contar con las numerosas veces, y especialmente en verano, que el tren de cercanías del Maresme queda parado por la muerte de gente cruzando las vías inapropiadamente. Qué descansen en paz.
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